viernes, 12 de noviembre de 2021

CUIDEMOS EL CAPITAL HUMANO

 

CUIDEMOS EL CAPITAL HUMANO, AL QUE NO

 REEMPLAZA LA INMIGRACIÓN

Por: Manuel Seoane Corrales (*)

La mitad de los viajeros que trepan por primera vez hacia la sierra cae víctima del “soroche”. Es una especie de mareo o vértigo angustioso producido por el enrarecimiento. Disminuye el oxígeno del aire y baja la presión atmosférica, provocando trastornos orgánicos, frecuentemente nerviosos, que duran relativamente poco tiempo. Muchos sólo sentimos fácil cansancio, apurado repiqueteo cardíaco, y nada más. Puede aseverarse que, al cabo de cierto tiempo, los costeños están relativamente aclimatados.

Pero la región siempre impone su tributo. Un magnífico libro de Javier Pulgar Vidal (1), fija en ocho el número de las regiones naturales del Perú. La alta región “Suni”, ubicada entre los 3,500 y los 4,100 metros de altura, abarca los lugares “altos”, como la Pampa de “Suni” o Junín. Más elevados aún son ciertos pasos de la Cordillera donde se encuentra “la habitación más alta del mundo”, según el notable científico Isaiah Bowman, autor de un magnífico libro sobre el sur del Perú (2). Allí, en esos lugares, “techo del mundo”, viven millones de peruanos y allí se encuentran prodigiosas riquezas minerales.

En Huancayo está construyéndose un magnífico estadio con cien mil soles anuales arrancados por su representación parlamentaria a la estrechez presupuestal. Y usted, ve allí, o en los campos de fútbol de Jauja, Casapalca o La Oroya, una ágil juventud corriendo detrás de la pelota como si estuviera al nivel del mar. Ese es un capital humano que no se adquiere ni reemplaza con ninguna inmigración. Esos cholitos que juegan su “match” todas las tardes, y que trabajan en el interior de las minas, con pico o lampa, con barreta o martillo, no tienen sustitutos en el mundo. Ni chinos o africanos, como los que se importó para la costa, ni europeos o australianos. Es un capital humano intransferible, y por ende hay que cuidarlo como oro en polvo.

Poco parecemos darnos cuenta de esta situación singular y típica. Casi la mitad de la población nacional vive en esta región, inexplorada a fondo por la ciencia. Cuenta Raimondi que, para medir la presión atmosférica en el Perú, trajo de orgullosas universidades, donde se doctoran algunos de nuestros dirigentes, un barómetro de Fortín y un aneroide, construido en Europa para Europa. Pero apenas escaló “los primeros baluartes de la gigantesca cordillera, el aneroide había paralizado su marcha, puesto que el puntero había llegado a su límite y en cuanto al barómetro Fortín, habiendo bajado la columna de mercurio por la disminución de la presión atmosférica, se había ocultado dentro del tubo de metal, y era imposible medir la altura” (3).

Siguen sin entender nuestra sierra los que continúan aplicando aneroides europeos en la política y la economía, a las relaciones sociales del “espacio-tiempo-histórico” que a aquélla corresponde.

Las 8 regiones naturales de Pulgar Vidal
El doctor Alberto Hurtado, que fue Ministro de Salud Pública, en un estudio sobre un millar de obreros peruanos nacidos en la altura, y que trabajan a 4,500 metros, indica que “una mayor circunferencia y volumen torácico, una alta capacidad vital, una mayor capacidad promedio de los pulmones y dilatación de los capilares pulmonares, conducen a una mejor ventilación de intercambio de los gases respiratorios” y en trabajo posterior señala diferencias entre su sangre y la considerada normal a nivel del mar (4). He aquí, pues, una riqueza biológica, una adaptación atávica a la altura y el frío, que no puede ni debe desperdiciarse. Es un “tipo” de hombre rigurosamente andino. Numerosos investigadores empiezan a sistematizar lo que, simplemente, podríamos llamar la “ciencia de la altura”.

Javier Pulgar Vidal, refiriéndose a la forestación destaca, por ejemplo, la extraordinaria importancia de los experimentos con eucaliptos, que dan espléndidos resultados hasta cierta elevación, permitiendo la reforestación de zonas secularmente abandonadas y creando riqueza.

Por eso creo conveniente pensar con mente serrana y aneroides serranos los problemas de la sierra y no con mente colonial, de conquistadores a nivel del mar. Un hecho elemental debe orientar al gobernante: si millones de peruanos viven en una riquísima zona agromineral, donde nadie puede reemplazarlos, unos y otra componen un extraordinario capital que debe cuidarse de la codicia extranjera y de la desidia criolla. Por eso el aprismo propugna la defensa de los trabajadores indígenas y tiene que ver con simpatía la iniciativa de crear una universidad en la altura para “la ciencia de la altura”. Nuestro dinámico y culto Sarmiento -menciono a Luis Alberto Sánchez- ya vio el problema a través del Instituto de Biología Andina, la Universidad Climática de Jauja y, de repente, nos da una de esas sorpresas que reconcilian con la alegría de hacer, que es la sal de la vida.

1. Javier Pulgar Vidal, Historia y Geografía del Perú. En prensa.

2. Isahia Bowman, Los Andes del Sur del Perú. (Arequipa). Capítulo V.

3. Antonio Raimondi, El Perú, tomo I, p. 77.

4. Acome Ferrucio, Efecto de presiones barométricas. Anales F. de Med., t. 28, p. 67.

 

(*) También las provincias son peruanas, pp. 276-278.