INTELECTUALES SIN MASAS, SIN PARTIDOS
Por:
Javier Barreda Jara (*)
La política es una doncella extraña y deseada
para muchos intelectuales. Cuando nos referimos a intelectuales hablamos sobre
todo de aquellos que profesan su pluma para proponer y ensayar proyectos,
alternativas, soluciones, políticas y apelan a un sujeto o sujetos
históricos. No nos referimos a los estudiosos e investigadores de tantas
disciplinas e intereses; a quienes leen en promedio 6 a 8 horas diarias y
auscultan archivos y bibliotecas incansablemente. El intelectual que nos referimos
está en el límite de la política. Los investigadores lejanos de
la política son muchos y se refugian o se liberan en sus estudios, archivos,
hipótesis. El poder les espanta, pero muchas veces circulan por él.
En los años 80, los intelectuales en su mayoría
eran de izquierda. Y el paradigma era del intelectual orgánica al proyecto
político era el modelo dominante. La Izquierda Unida tenían muchos
intelectuales y un líder que según muchos no era un gran lector; pero Barrantes
era el carisma que por décadas el mariateguismo no tuvo. El APRA tenía pocos
intelectuales, pero sí los suficientes cuadros para fortalecer la
propuesta política. Alan García inició su liderazgo en la década de los años
ochenta y era indiscutible su ubicación intelectual, sus lecturas. Carisma e
ideología personalizada. Otro tiempo de hayismo.
La derecha política no tuvo en esa
década un intelectual. Mario Vargas Llosa estaba lejano de todo
hasta que cometió el error de ser el vocero del mercantilismo financiero y sus
políticos ya cuestionados. Hernando de Soto llegó con el “Otro Sendero”, pero
siempre distante a los partidos y a pesar de su tema, distanciado de las masas.
Su prestigio era internacional, pero no despertaba en los peruanos el
don de predicador político que él mismo hubiese querido lograr. De Soto siempre
estará en el límite del deseo de ser político, y no sólo el consultor de
ellos.
En los años noventa el Fujimorismo hizo que
los intelectuales rompieran filas. Se rompió la Izquierda Unida y sus
intelectuales se convirtieron en un ejército de desencantos u optaron por
diversos caminos. Algunos migraron como Jorge Nieto, quien ahora
escribe bien, pero lamentablemente de tan lejos. La gran mayoría se fueron a
las ONGs y a la cooperación internacional, no menos a la universidad privada.
Pocos fueron orgánicos a una lucha antidictatorial. Muchos se
mantuvieron callados y decidieron un perfil bajo. Pero, nunca me expliqué
algunas cosas. Los artículos sobre las computadoras y la sociedad de
la información que Nelson Manrique escribiera en El Peruano de los 90. Del
cuasi insurgente semanario Ayllu al diario oficial del fujimorismo. ¿Alberto
Flores Galindo, su compañero de principios, hubiese escrito en este medio?.
Más político que intelectual es Henry Pease. Muchas
generaciones lo leyeron porque era obligatorio hacerlo en el curso de
Realidad Nacional en la Universidad Católica. Siempre segundo de Barrantes,
hasta que fue necesario. Ha tenido el carné de varios partidos (IU, IS,
UPP, PP). Sinesio López, uno de los más lúcidos
intelectuales, dejó la hegemonía gramsciana por una admirable cátedra
y luego una exitosa gestión en la Biblioteca Nacional. Julio
Cotler desde “Clases, Estado y Nación”, ahora reeditada por enésima
vez, no ha aportado nada más interesante. Muchos trabajos publicados después
por el Instituto de Estudios Peruanos han aportado más, pero lamentablemente en
una sociedad poco escribal y más visual, virtual y oral (Zapata y Biondi)
ha tenido poca difusión. A Cotler, al igual que Pablo Macera
podrían contársele muchas profecías incumplidas. Pero el final de Macera fue
patético, el de Cotler no. El congresista del último y
fugaz fujimorismo, acabo metido en el burdel que describió.
De los intelectuales de derecha pocos supieron
resistir a los encantos del mercantilismo neoliberal. La gran
mayoría se fue al Estado, al diario Expreso, a todas las nuevas entidades
públicas de “última generación”. Jalaron a sus amigos o parientes
de la otrora izquierda y todo bien. En familia con las
consultorías y los informes. Había espacio para ellos, no para
todos. Nos quedamos, desafortunadamente, sin una
reflexión y alternativa realmente liberal – democrática. Mario
Vargas Llosa y Alvaro se quedaron solos. Fujimori hacía las reformas económicas
y luego, ya sin populismos, vendría la nueva política, el segundo piso de una
institucionalidad. Habría que esperar, soportando bien.
En estos tiempos hay pocos intelectuales como
se llamaban orgánicos. Pero existen algunos. Solo dos casos: Wiener y
Barnechea. ¿Qué diferencian a Raúl Wiener y Alfredo Barnechea? Varias cosas
además del tema de la privatización o concesión
del agua. Wiener es de izquierda, su obsesión ideológica lo
lleva a los colectivos sin éxito mediático. Escribe con la ideología. Alfredo
es distinto. Sabe que habla bien, escribe desde el centro y quiere
ser líder desde sus escritos. Wiener entiende el poder real, pero parece
sentirse bien de crítico distante. Barnechea quiere llegar
al poder. Aunque a su forma lo ha tentado siempre. En los 80 fue diputado
por el APRA y muy fallido candidato a la alcaldía de Lima. En los años 89 y 90
rodeó a Mario Vargas Llosa. En 1995 cercano a Javier Pérez de Cuellar de la
UPP. En el año 2000 se rumoreó su cercanía a Acción Popular desde su
oda a Belaúnde en el Centro Cívico. En el 2001 fue al reencuentro de Alan
García y de la gobernabilidad. Ahora anhela ser el candidato
de la juventud, con mucha televisión, pero sin masas y en busca de
partidos que lo hagan líder de la necesaria reconstrucción nacional.
HACIA UNA SOCIOLOGIA DEL
INTELECTUAL PERUANO
La precariedad de la sociedad peruana no
permite intelectuales que no sean mermados en su análisis equilibrado por
el poder, la empresa privada o demonios propios. Quita lucidez la
hiperideología o las fobias personales (Hugo Neira ha sido vetado muchas veces
por sus comentarios irreverentes). Por eso no pocos de ellos se dedican al
lobby, al contacto, al vinculo especial con los políticos y los empresarios, a
cerrar a los que vienen atrás. Trabajo es trabajo y la reflexión por la
reflexión no vende en el capitalismo peruano. No hay mercado para
todos. Se necesita una sociología de los intelectuales peruanos de
hoy. Que nos explique: ¿por qué algunos intelectuales son tan
perfectos, tan acertados, tan imbatibles en sus argumentos, lúcidos y regios
como se dice ahora, y no tienen ciudadanos que los sigan y no tienen partidos?,
¿por qué intelectuales perfectos en el estilo no llegan a la gente, organizada
o no?, ¿por qué fracasaron cuando hicieron o fueron parte de partidos?
Mejor confiemos en la aparición de nuevos intelectuales que si encajen en este
nuevo país, su política y sus masas. Que regeneren la
inteligencia con mayores aciertos y sin mucha soberbia.
(*). Fuente:
www.gatoencerrado.net