sábado, 18 de noviembre de 2023

A PROPÓSITO DE HERMILIO VALDIZÁN

 A propósito de Hermilio Valdizán

Por: Carlos Castillo Ríos (*)

Hace cien años nació en Huánuco don Hermilio Valdizán. Comenzó de periodista para terminar de escritor, historiador y médico-psiquiatra. Pero, sobre todas estas actividades, fue un humanista ejemplar, un maestro cabal. Murió un 25 de diciembre, en Lima, cuando todavía no había cumplido los 45 años. Discípulo de Pedro A. Labarthe, amigo de Julio C. Tello, interlocutor de José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre fue, también, maestro y colega, al mismo tiempo, de Honorio Delgado. Su presencia cubrió los primeros 29 años de cultura nacional en este siglo.

Dirigente estudiantil de San Marcos, costeó sus estudios como periodista y profesor. Hizo crónica policial diaria y, más tarde como psiquiatra intento describir los mecanismos mentales que empujaban la mano que roba y que mata. Por eso se ocupó de “La delincuencia en el Perú” (1910) y la “La infancia anormal en el Perú” (1932). Desde muy joven comenzó los trabajos que iban a constituir “El diccionario de la Medicina Peruana”. Sin embargo se le recuerda más como el primer psiquiatra del país, seguramente porque convirtió el antiguo manicomio de San Miguel en una Casa de Salud. Si don Víctor Larco Herrera dio el dinero para esta obra, don Hermilio Valdizán puso la ciencia y la humanidad.

Sobre todo esto último, tan carente en estos tiempos: la humanidad. El solía decir: “el médico deberá pensar en el compromiso que toda enfermedad representa y deberá atender a dicho compromiso con la solicitud y el afecto con que atiende al órgano y a la función enfermos”. Aconsejaba así a sus alumnos: “la labor del médico no termina con la última palabra escrita en una receta. La sociedad tiene el derecho de exigir al médico algo más que una receta. Algo más, inclusive, que una palabra de consuelo: tiene el derecho de exigirle la defensa de su salud y de su vida”. Podría parecer, todo esto, retórica pura. Pero no lo es. Hace más de 60 años don Hermilio sospechaba que sobre algunos de sus futuros colegas se iba a extender una inmensa ola mercantil y juzgó conveniente sembrar algunas ideas, a manera de vacuna.

Don Hermilio Valdizán fue, también, un científico respetuoso del saber popular y de la historia. Por eso escribió páginas maestras que tratan de la perversión sexual en los primitivos peruanos; la corteza peruana de la quina, el alcoholismo, la alienación mental y la chicha entre los antiguos peruanos; los locos de la Colonia; apuntes para la historia de la verruga y esos tres extraordinarios tomos sobre “La Medicina Popular Peruana”, que publicó en 1922 teniendo como coautor a don Angel Maldonado y que se acaba de reeditar hace poco.

Cumplidos los cien años de su nacimiento, el mundo institucional de Huánuco echó la casa por la ventana para rendir los honores que el Dr. Valdizán merece. Unidos, por primera vez, el Colegio Regional Médico, la Universidad Nacional que lleva el nombre del sabio y el Concejo Provincial, recordaron a tan ilustre maestro durante una semana de conferencias y celebraciones en las que nada faltó, salvo el calor popular. Y es natural que así fuese: es que los niños y los jóvenes de Huánuco han nacido y crecido oyendo el nombre de don Hermilio pero saben muy poco, en detalle, quién fue y que hizo en la vida. La escuela formal (primaria, secundaria y superior) no se ocupó jamás de huanuqueño tan ilustre. La escuela está en el Perú de espaldas a la realidad: trazada desde un ministerio situado en la capital, no toma en cuenta que el Perú es un país heterogéneo, plural y diverso y más bien lo asume como si Lima fuese la síntesis de departamentos iguales o por lo menos homogéneos. En sus planes y programas no hay lugar para los valores regionales. De esta manera no permite que se legitime, propague y reconozca a quienes fueron ejemplo y debían ser orgullo del departamento.

La escuela del Perú difunde mucho -tal vez demasiado- sobre Juana la Loca y el virrey Abascal, sobre Cleopatra e Isabel la Católica, pero nada dice, en el caso de Huánuco, sobre Hermilio Valdizán, Pomares y Esteban Pavletich. Apenas si menciona, a la volada, a Crespo Castillo y Leoncio Prado.

A este olvido, injusto e irracional, se agrega la labor alienante que cumple, con verdadera eficacia, la radio y la televisión. De esta manera, escolares y colegiales viven pendientes de la vida y obra de Augusto Ferrando y Julio Iglesias, pero casi nada dicen sobre quienes nacieron en provincias y consagraron su vida, su vocación y destino, a determinadas actividades que se supone forman la identidad cultural de la patria chica.

En materia educativa andamos muy mal, señor ministro. Si se ha empezado a relegar a nuestros paradigmas, le estamos quitando pasado a nuestros pueblos. Las provincias, de esta manera, están perdiendo imagen. Y el que debía ser espacio histórico esta siendo cubierto por los exponentes de la frivolidad y la sociedad de consumo gracias a la tremenda labor antieducativa de los medios electrónicos de comunicación social.

(*). Diario La República. Martes 3 de diciembre de 1985. Pág. Opinión/9